¡No más chanclas en Bogotá! (1)

(1) En el espacio público

Siguiendo el ejemplo de cómo la policía francesa obligaba a una mujer musulmana a quitarse parte de su burkini en las playas de Niza -fue un operativo realizado por cuatro policías que rodearon a la ‘delincuente’, le pidieron que se quitara su hijab (cubre pelo, orejas y cuello) y la multaron con 38 euros-, traigo una propuesta que ayudaría en la lucha por las buenas costumbres y por quitar esa imagen de ciudad selvática que han ofrecido películas como Sr. y Sra. Smith sobre Bogotá: prohibir el uso de las chanclas.

Esto no es una cuestión menor. Tener extranjeros andando con chanclas por el centro de la ciudad, evocando esa pinta playera que usamos cuando vamos a unas horas de la ciudad, hace pensar si están en condiciones de caminar por los andenes de La Candelaria sin caer en un charco o algo no les salpique el pie. ¿En cuál página de internet les recomiendan este calzado para recorrer la capital? ¿acaso este consejo viene luego de aquel que señala no fiarse siempre de los taxis de la ciudad? ¿quién es el pelmazo que dice que esto es una playa, que Bogotá es Manaos -y hasta de pronto la gente ni las usa allá-?

Cualquier bogotano de nacimiento o de residencia puede hacerse las siguientes preguntas: ¿ha usado chanclas para ir más allá de la panadería de la esquina? o ¿aconsejaría a alguien usarlas por la ciudad? Vivimos en un lugar que tiene como máxima temperatura los 18º y como mínima los 8º/7º, cuando no llueve o las heladas no golpean.

Para poner un alto a este problema, sugiero que la policía detenga a todo aquel que las vista en el espacio público, en horas que no sean de hacer pereza durante días hábiles. Que los ‘señores agentes’ adviertan primero sobre la infracción; si la persona no tiene cómo cambiar de calzado de manera expedita, se le deben ofrecer dos alternativas: que lo monten en un camión para que tenga una estancia en un verdadero lugar caliente, en este caso la UPJ, o que se le ofrezca otro vehículo que lo lleve al barrio Restrepo en donde podrá comprar unos zapatos adecuados.

Esto último es una opción interesante para apoyar la compra de productos colombianos. Si el turista quiere vivir una experiencia bien cachaca, no hay nada cómo comprar zapatos en el Restrepo.

Para muchos todo esto podría parecer exagerado, pero por el contrario es algo de primer orden. Tan serio como los temas que maneja Monseñor Procurador, como los ires y venires de Maluma, como la bicicleta de Carlos Vives o lo que se pregunta María Isabel y toda la gente de bien del país.

Apadrine extranjeros y dígales que si van a invitar a algún coterráneo a pasar por la Sabana -y no la sábana-, recomiende el uso de cualquier tipo de zapato que le ayude a afrontar el clima y los caminos de Bogotá.

Sé que se pueden estar preguntando por las sandalias, pero debo admitir que para mí esto es un hoyo legal del que una autoridad de la moda, podría ser Pilar Castaño, y un grupo de abogados puede sacarnos.